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Conclusión

Una propuesta para una revisión profunda

Los riesgos existenciales que afronta el periodismo en la era de la IA exigen respuestas que vayan más allá del conocido estribillo de que “lo que hacemos es inherentemente valioso”. Este proyecto sostiene que dicha creencia puede estar prolongando la crisis de confianza y sostenibilidad con la que las redacciones siguen lidiando. 

Es una mentalidad que nos pone bajo la presión de producir cada vez más “contenido”, limitando nuestra capacidad para reconocer las oportunidades que surgen cuando alineamos nuestro propósito con las necesidades de las personas. Como camino a seguir, en este proyecto propuse que recuperemos el sentido de misión del periodismo y abracemos nuestro papel en el impulso del cambio social. 

Para ilustrar cómo se ve un modelo de Periodismo Centrado en el Cambio, desarrollé un marco que reúne principios y prácticas que lo distinguen de un modelo orientado al contenido, y he demostrado que esto no es solo una reflexión teórica; este trabajo ya se está llevando a cabo. 

A pesar de su diversidad, redacciones en Portugal, Brasil, el Reino Unido y la mía en Paraguay comparten un profundo compromiso con ver prosperar a las personas, comunidades y sociedades. Para estos medios, la publicación no es la meta final. A veces es apenas el punto de partida. 

Son intencionales respecto al impacto positivo que quieren generar con el periodismo, ya sea mejorar la vida en la ciudad, desafiar prejuicios de clase y raciales, que los grupos de poder rindan cuentas ante la justicia o revitalizar la acción cívica. 

Muchas de ellas cuentan con sistemas sólidos –flujos de trabajo, roles, habilidades– que aumentan el potencial impacto de su cobertura. También miden ese impacto con indicadores que van mucho más allá de métricas convencionales como clics o alcance. 

Pero lo que verdaderamente las distingue es una cultura de impacto: una mentalidad que impregna estas redacciones y orienta todos los esfuerzos hacia el objetivo de facilitar el cambio. La naturaleza de ese cambio dependerá de cada historia, contexto y audiencia. Pero detrás de esos esfuerzos existe un deseo compartido de servir y ser una fuerza para el bien. 

En este proyecto he descrito otras características clave que distinguen este enfoque: el compromiso de participación–y no el crecimiento de audiencia– es lo que define la relación con las personas; el cuidado, tanto como el rigor y la equidad, es lo que restaura la confianza en ellas. 

Estas redacciones aprovechan el poder de la comunicación no solo para entregar información, sino para construir una capa compartida de sentido. Y existe una creciente convicción entre quienes ejercen el periodismo de que los medios tienen una gran oportunidad de dar nueva vida al espacio cívico. Algunos ya lo están haciendo. 

Estos medios convocan, albergan y cultivan espacios seguros – terrenos de información - para la conexión y el sentido de pertenencia. Físicos, no solo digitales. 

Desde mingas informativas, eventos de narración, clubes de escucha, cafés, hasta “casas del periodismo”, las redacciones están intentando dar a las personas la oportunidad de comprender el mundo junto a otras, establecer redes y encontrar alegría en la comunidad. 

Creo que estos valores y prácticas no solo están mejor adaptados a los desafíos de nuestro tiempo –desde la inteligencia artificial y la desinformación hasta los ataques populistas al periodismo–, sino que también ofrecen un modelo más sostenible y con propósito para el futuro.